Pacto de la responsabilidad y la coherencia. Una nueva oportunidad
No es la primera vez que necesitamos un pacto de responsabilidad y coherencia. Desgraciadamente, hace más de 200 años Fernando VII realizó su entrada triunfal por las calles de Madrid ante el grito popular de «¡Vivan las cadenas¡«. En aquel momento, el regreso al absolutismo supuso la derogación de la Constitución de Cádiz, la eliminación de los Ayuntamientos constitucionales, la vuelta del Tribunal de la Inquisición y del sistema feudal, la persecución de la oposición política y la fragmentación de la sociedad, y todo ello, porque las fuerzas liberales y progresistas que tuvieron la responsabilidad de conducir a España a un estado constitucional, no supieron ponerse de acuerdo generando un pacto y no estuvieron a la altura moral e intelectual necesaria para desarrollar con éxito la función de representación política que les otorgó censitariamente el pueblo español, provocando con su narcisismo político el retraso y el aislamiento de España.
Lógicamente, eso no exime en absoluto de la responsabilidad individual de los ciudadanos de aquella época, ni tampoco de la actual, a la hora de dejarse alienar por planteamientos excesivamente utilitaristas y populistas, gestados siempre al calor de la indignación y la necesidad, donde nos ofrecen la solución integral a nuestros problemas, a cambio siempre de nuestra libertad y de perder nuestro status de ciudadano libre, pasando a ser súbditos del régimen, al margen del color y de la correspondiente afinidad ideológica. En el caso de los ciudadanos madrileños de 1814, no sería justo responsabilizarlos por creer que la vuelta al absolutismo fernandino, supuestamente, les aportaría un orden y una estabilidad, de los que carecían en esos momentos; todo ello provocado por la devastación y desestructuración de la guerra con los franceses, la no cobertura de las necesidades básicas de los ciudadanos y su analfabetismo, y la fragmentación y el utilitarismo ideológico de las elites políticas, supuestamente progresistas.
Hoy bajo otras premisas, otras tecnologías, otras maneras de entender los mecanismos de relacion social y sobre todo por nuestra cercanía con el concepto de democracia, al margen de los diferentes planteamientos ideológicos, la elite política vuelve a tener la posibilidad de demostrar a la ciudadanía que son capaces de llegar a un pacto de responsabilidad y coherencia que posibilite en el transcurso de una legislatura, la evolucion sociopolitica necesaria del Estado español, desde una perspectiva constitucional, social, economica y politica. Lógicamente, este pacto no debería ser exclusivo de las fuerzas políticas coincidentes, sino que debería ser un pacto integral del conjunto de las fuerzas políticas representadas en el parlamento. Este pacto que a primera vista puede parecer utópico, realmente es posible siempre y cuando las partes entiendan que en estos momentos su BATNA (mejor alternativa de negociación) coincide con el interés del sujeto colectivo, que no es otro que evolucionar socialmente hacia planteamientos colaborativos y estables, en contrapartida con el aumento de actitudes de exclusión y fatalismo, que alimentan planteamientos políticos populistas, que derivan siempre en gobiernos totalitaristas y en el ocaso de la democracia como sistema político.
Para poder conseguir este pacto, es necesario dejar a un lado ese narcisismo político que impregna a nuestras élites dirigentes y entender colectivamente que nuestra aportación fundamental al mismo, no es otra que desarrollar en cuatro años un proceso de reingenieria política integral que ponga a punto nuestro sistema político para afrontar con éxito los próximos 40 o 50 años. Desde estas perspectivas, cualquier fuerza política podría tener un nicho donde poder desarrollar su programa político e ideológico, inclusive aquellos que su ideal político es desconectarse del propio Estado. Fuera de la chanza que genera la candidez política de aquellos que creen posible los procesos de independencia express, sin consecuencias negativas para todos, es necesario que las fuerzas nacionalistas entiendan que en estos momentos su mejor opción para defender sus planteamientos es apoyar el cambio y adecuar de manera correcta la consecución temporal de sus objetivos políticos, ya que los procesos de creación o disgregación de un Estado suelen ser procesos largos de índole generacional.
En el fondo podríamos estar hablando de un proceso de transición express, basado en microcambios, donde bajo la experiencia del desarrollo de nuestro sistema político y la correspondiente responsabilidad colectiva de nuestra élite dirigente, podríamos dotar a nuestras estructuras sociopolíticas de un nivel de evolución planificado, donde todas las partes conseguirían beneficios en relacion a su posición de partida.
Por último, me gustaria resaltar que este pacto es posible en la medida que seamos capaces de controlar lo que en el argot empresarial se llama el factor humano de los que nos representan y negocian nuestro futuro, lo que implica una homogeneización de actitudes y criterios de la propia negociación, además de tener claro que en una negociación de este calado lo realmente importante es conocer, profundizar y reflexionar sobre en que aspectos podemos ceder para sumar al colectivo.
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