Elegir con criterio, nuestra asignatura pendiente
En los próximos meses, los ciudadanos del estado español vamos a tener de nuevo la oportunidad de poder trasladar, a los órganos de gobierno y a las instituciones político – sociales de nuestro país, lo que realmente quiere el conjunto de la sociedad española, en relacion al proyecto de modelo de país necesario a corto, medio y largo plazo, para gestionar adecuadamente los recursos, actitudes y valores de nuestra comunidad en su propio beneficio colectivo y dentro de una dimensión nacional y supranacional.
Esto que en el fondo puede parecer una utopía, o simplemente una gilipollez mayúscula, en la realidad es técnicamente posible aunque no seamos conscientes de ello y en la practica se haya dado en contadas ocasiones; ya que para que esto se produzca, siempre es necesario que los individuos dejemos de practicar con tanto entusiasmo el concepto popular de «buscarnos la vida», y apostar por modelos colaborativos de organización social que permitan, desde un punto de vista racional, equitativo y sostenible, un adecuado reparto de la riqueza y de las rentas del trabajo y una búsqueda efectiva de la felicidad individual y colectiva. «Elegir con criterio» es simplemente utilizar la lógica y el sentido común a la hora de tomar decisiones.
Llegados a este punto, tenemos que decidir si para conseguir nuestros objetivos tenemos que aplicar planteamientos reformistas, o por el contrario, es necesario intervenir quirúrgicamente y provocar un cambio estructural importante. La tendencia natural del ser humano le inclina casi siempre hacia procesos rupturistas de catarsis social, que lógicamente de vez en cuando son también necesarios. Afortunadamente, vamos aprendiendo poco a poco a base de pura evolución, que lo mas inteligente es aplicar este tipo de criterios en función de las coordenadas socioeconómicas de cada momento y matizados por las diferentes dimensiones geopolíticas y de entorno.
Siguiendo este hilo conductor es necesario clarificar que entendemos por «reformismo» y por «revolución», ya que es fácil hacer interpretaciones erróneas al respecto, e inclusive en algún caso invertir totalmente los términos. Las posturas mas radicales a lo largo y ancho de todo el espectro político, asimilan directamente el concepto de reformismo, con planteamientos de conformismo doctrinario, elevando el concepto de revolución a la categoría de remedio único y universal. Por otro lado, las posturas mas conservadoras, las élites, grupos de interés, y los posicionamientos claros a favor del agnosticismo político, ven el concepto de revolución como un elemento negativo, y no lo perciben en ningún caso como una oportunidad de mejorar, a través de la implementación de procesos de cambio estructural, en nuestra manera de relacionarnos y organizarnos de manera colectiva.
Al margen de este tipo de clichés clásicos que conforman la manera habitual de expresarnos, en el desarrollo de nuestra responsabilidad individual dentro de nuestro compromiso colectivo; podemos barajar otra manera de abordar este proceso de decisión y que se puede sintetizar de manera conceptual en la ejecución de un proceso revolucionario de cambio estructural sostenible a través del desarrollo de pequeñas y constantes reformas. Esta manera de actuar minimiza los riesgos asociados a los procesos de cambio, pero aumenta los tiempos necesarios para conseguir los objetivos planteados. En base a nuestro voto, podemos decidir de manera racional nuestras preferencias en términos de utilidad colectiva con mayor o menor profundidad, o por el contrario, podemos seguir eligiendo a nuestros gobernantes en función de sus habilidades personales de venta, sus encantos y las dádivas teóricas que nos lanzan que la mayoría de las veces no necesitamos, pero que desgraciadamente siguen siendo la base fundamental de los programas electorales actuales, que una vez han servido para poder estar en la poltrona dejan de tener valor y se incumplen sistemáticamente. Desgraciadamente, los imputs mediáticos que favorecen en cada momento la mejor o peor percepción de nuestros supuestos representantes políticos, están matizados en todo momento por el poder financiero, los lobbys de poder y los «Think Tank» ideológicos, elementos que en la actualidad ejercen un poder absoluto sobre la realidad sociopolitica, manejando en función de sus intereses el concepto de democracia y la voluntad y soberanía de los ciudadanos.
Como conclusión a todo lo anteriormente expuesto, me gustaría trasladar algunos consejos para intentar rentabilizar de manera colectiva los procesos electorales venideros, en relacion directa con aquellas cosas que debemos observar y tener en cuenta a la hora de decidirnos por una u otra opción, y aquellas cosas que debemos rechazar porque de manera intrínseca nos filtran la realidad y nos inducen a elegir de manera dirigida.
- Evitar elegir opciones políticas donde los supuestos representantes nos venden exclusivamente formas de entender la vida, desde un punto de vista ideológico y teórico, en vez de plantear soluciones efectivas y sencillas a nuestros problemas básicos.
- Elegir opciones políticas que maximicen la gestión de nuestros recursos y potencialidades, por encima de aquellas que centran su discurso en el mantenimiento del consumismo doctrinario, como elemento nuclear de nuestra sociedad.
- Desconfiar de los discursos maximalistas donde lo esencial no es lo bueno de mis planteamientos políticos, sino lo mal que lo hacen los demás.
- Elegir opciones políticas que al margen de sus planteamientos, den garantías y permitan la participación de los ciudadanos, a la hora de evaluar y/o corregir la gestión realizada sin tener que esperar cuatro años.
- Penalizar las opciones políticas que estén basadas en planteamientos excluyentes, o tendentes al ejercicio de gobierno para favorecer o incrementar el protagonismo de colectivos concretos por encima del beneficio del conjunto de la sociedad.
- Mitigar el impacto de los medios de comunicación dentro de nuestro proceso de elección individual, evitando que nuestra decisión sea fruto de la manipulación y el engaño mediático. Para ello, debemos utilizar los medios de comunicación como elementos de información para ayudar a nuestra elección, y en cambio, no utilizarlos nunca como prescriptores directos de nuestras decisiones.
- Evitar dar nuestra confianza a aquellas opciones políticas que manejan el miedo al cambio como arma electoral de presión a los ciudadanos, y aquellas que no tienen como referente en su ideario que su finalidad única y real es la representación política de los ciudadanos.
En fin, deberíamos votar inteligentemente, ya que por lo menos de esta manera podremos equivocarnos conscientemente, sin tener la permanente sensación de que nos engañan a todas horas con nocturnidad y alevosía. Teóricamente somos dueños de nuestro destino, pero quizás, no somos capaces de visualizar nuestras fortalezas colectivas que siempre nacen de nuestras decisiones y posicionamientos individuales. ¡¡Que es mas acertado, elegir fabricar nuestro reloj o pedir siempre la hora!!.
«Si la vida es el recuerdo de nuestras decisiones, entonces no podremos cambiar lo que somos, …… pero del mismo modo si es posible elegir lo que seremos». Anonimo
La “consejistica” es una labor altruista que se abunda mucho en los prolegómenos electorales; sus recetas son múltiples y muchas veces “a su pesar” contradictorias en sus exigencias cívicas al ciudadano, para que efectué una votación “racional según el consejero”.
Yo no voy a ser menos y voy a dar mis consejos. Y me voy a atrever a simplemente usar el sentido común, pues mas allá de retruécanos ingeniosos, es como nos guiamos la mayoría de los ciudadanos de este país cuando no nos acomplejamos y que queremos ir de sofisticados.
Consejo nº 1
Que me van a dar los diversos partidos concurrentes. Para que no me engañen debo mirar si alguno antes me quito algo. Pues he perdido empleo, o salario, o sanidad, o enseñanza o simplemente futuro. Y el que más me de…(también vale el que menos me haya quitado).
Consejo nº 2
Puede ocurrir que haya empate entre los que nunca me quitaron o más prometen darme. Para resolver este dilema este segundo consejo. ¿Quién nunca me ha mentido? Quién no ha incumplido su programa electoral. Quién no dice una cosa a los banqueros y otra a mí. Quién no se ha corrompido nunca. Quien ha sido siempre mi aliado y nunca pacto con mis enemigos.
Consejo nº 3
Si se ha dado respuestas muy radicales a las cuestiones anteriores. Cualquier ciudadano, tal vez se quedo sin partido a quién votar. Y es bueno, necesario e irrenunciable ir a votar. Por eso, yo le aconsejo Vota Nuevo, Vota Barrer El Parlamento. Pues como dice el sentido común: más vale pasarse que no llegar nunca, que hasta dentro de 4 años no te vuelven a preguntar.
Salud