La vigencia del Liberalismo en la actualidad
Dentro de los múltiples matices desde los que se puede enfocar este ensayo, mi elección se va a focalizar en el desarrollo de tres perspectivas básicas: teórica, práctica y evolutiva, mix que en su conjunto nos ayudara a ponderar nuestra decisión final.
Desde la perspectiva teórica, es evidente que los valores y fundamentos originarios que hicieron posible el advenimiento del sistema liberal, en su conjunto, siguen estando vigentes en la actualidad. La burguesía encontró en las ideas ilustradas y en el racionalismo, la materia prima para cocinar un sistema político que, teniendo como epicentro al individuo y el progreso colectivo de la sociedad, desbancara al absolutismo y al despotismo ilustrado de la época. El liberalismo en su faceta filosófica y política se ha ido nutriendo, a lo largo de la historia, de elementos de matización que posiblemente han ido encorsetando a esta ideología en la dimensión conservadora del espectro político, sirviendo de contrapunto en muchos casos a otras corrientes de pensamiento, como son fundamentalmente las derivadas de las tesis socialistas, comunistas y totalitaristas.
Por otro lado, las matizaciones fundamentalmente de tipo económico y las derivadas del papel regulador del Estado en el desarrollo de actividades de carácter colectivo y de interés general, han ido posicionando al sistema liberal en concepciones más cercanas al Liberalismo Doctrinario que a sus posturas originales, lo que provoca en la actualidad un nivel de injerencia alto del poder económico dentro del espectro socio – político, cuestión que impide de manera global una visión del Liberalismo como referente político del desarrollo social y de la búsqueda de la felicidad individual y colectiva.
Por último resaltar, que existe un gap importante en la alineación de los principios básicos que rigen los procesos constitucionales de los diferentes países, con la construcción política de planteamientos supranacionales, los cuales deberían partir de premisas básicas similares generando un factor común denominador que minimice los efectos negativos de la globalización, la servidumbre del desarrollo sociopolítico de los Estados supranacionales (ejemplo: Unión Europea) y las desigualdades sociales y económicas que se provocan dentro de su seno.
En cualquier caso, los conceptos básicos del liberalismo como son el desarrollo de las libertades individuales y colectivas, la división de poderes y el reconocimiento de los derechos naturales e inalienables del individuo, siguen teniendo un gran recorrido en los momentos actuales, ya que si bien están recogidos en todos los planteamientos constitucionales del primer mundo, su desarrollo no es homogéneo y en otras áreas geográficas siguen siendo planteamientos sociopolíticos aun inéditos.
Desde la perspectiva práctica, el Liberalismo ha servido como pilar de desarrollo de las democracias occidentales, haciendo factible la instauración de los Estados Constitucionales. Es conveniente aclarar que en la actualidad el término Liberalismo es un cajón de sastre donde se encuentran realidades políticas muy diferentes, que abarcan desde planteamientos neoliberales, socialdemócratas, democratacristianos, ecologistas, nacionalistas, etc. Esta dispersión provoca que al margen de los elementos nucleares que caracterizan a cada una de estas ideologías, la gran mayoría de las veces no sea posible llegar a un consenso entre ellas, sobre las libertades y derechos básicos que el Estado debe garantizar a los ciudadanos y la adecuada distribución de los recursos colectivos.
Actualmente, los cambios políticos que se producen derivados de los procesos de elección democráticos, pueden cambiar drásticamente en espacios cortos de tiempo, las normas, códigos, reglas, valores y prioridades de un país, cuestión que en muchas ocasiones no es comprendida y ponderada adecuadamente por la masa social. El liberalismo ha conseguido sobrevivir al ocaso de las grandes teorías políticas de los siglos XIX y XX, por su adaptación a cualquier fórmula política que mantenga dos premisas básicas: el individualismo ideológico y el derecho a la propiedad privada. Realmente, se ha convertido en un sistema operativo por donde corren las diferentes ideologías, como si fueran simples programas de software. Desgraciadamente y abundando en el símil informático, este sistema operativo es vulnerable a la acción reguladora de los mercados y a los poderes financieros, que subyugan al poder político y merman sustancialmente la voluntad colectiva, el interés general y la soberanía popular.
Este exceso de protagonismo de los mercados auspiciado por las corrientes conservadoras y neoliberales provoca muchas desigualdades sociales, aspecto que los gobiernos socialdemócratas o de carácter más progresista no han sabido abordar convenientemente, percibiendo el ciudadano una homogeneidad global en el desarrollo de las políticas económicas que en época de crisis terminan afectando de manera determinante al desarrollo de políticas sociales y al desarrollo y mantenimiento del Estado del Bienestar, sin la garantía de que ninguna ideología política pueda cambiar la inercia provocada por los agentes económicos.
La indefinición de puntos de partida homogéneos a la hora de aplicar desarrollos políticos en materia de derechos y libertades, provocan la polarización de la sociedad en relación a conceptos como el nivel de participación y regulación del Estado en la gestión de los servicios básicos, los derechos y libertades matizados por dogmas religiosos culturales y/o étnicos y visiones diferentes a la hora de definir el nivel mínimo de protección al ciudadano.
Es también necesario señalar que uno de los mayores peligros para el Liberalismo, es el descredito de la clase política y de las instituciones del Estado, provocado por los casos de corrupción, la omisión de la búsqueda del interés general, la subordinación al poder de los mercados y la incapacidad para desarrollar procesos de toma de decisión independientes, por su excesiva servidumbre con la política supranacional. Esta situación genera en el ciudadano una percepción negativa que va minando realmente el concepto de Estado y de Democracia, y en la misma medida abriendo las puertas a gobiernos populistas, que en el fondo siempre terminan orbitando dentro del espectro totalitarista.
Por último, creo necesario analizar la vigencia del Liberalismo desde la perspectiva evolutiva, ya que en el fondo los sistemas políticos siempre han servido como herramientas al servicio de la evolución del ser humano en su dimensión social y personal. Desde la antigüedad, el ser humano ha desarrollado sistemas de organización para cubrir progresivamente los diferentes niveles de la jerarquía de las necesidades humanas. El Absolutismo proporciono seguridad personal y colectiva frente al caos y la barbarie, a costa de sacrificar la libertad y la igualdad, a lo que el Despotismo Ilustrado añadió organización y eficiencia. El Liberalismo a través de las ideas ilustradas y de la Razón, implemento en el ser humano el conocimiento de que era capaz de fabricar su propio destino y el concepto de individuo libre y soberano.
Llegados a este punto, sería bueno preguntarse si el Liberalismo en su concepción evolutiva dispone todavía de margen, o por el contrario ha llegado el momento de aplicar un proceso de reingeniería en la evolución de los sistemas de organización política y a la postre en el concepto de Democracia. Lógicamente, una variable a tener en cuenta en todo este proceso es el grado de madurez de la sociedad para desarrollar la gestión del cambio y acceder a un nivel superior de evolución.
Después de analizar las tres perspectivas, creo que el Liberalismo puede ser una opción de futuro, siempre y cuando el poder político se libere de las cadenas de los mercados, se potencie la división de poderes a través del perfeccionamiento de los sistemas de control e incorpore definitivamente los valores democráticos y colectivos en el cuerpo social, el Estado y sus instituciones.