La moral del Príncipe de Maquiavelo y su vigencia actual
Dentro del contexto geográfico y temporal que a Maquiavelo le toco vivir, el referente moral colectivo predominante se situaba en la escala de valores éticos que emanaban de la moralidad cristiana. También, asumía que la naturaleza humana era fundamentalmente ambiciosa y con tendencia al mal, Desde este entorno social, Maquiavelo diferencio dos moralidades o ideales de vida incompatibles, el que tiene que ver con la vida pública o colectiva y el referente a la vida personal o privada; por este motivo, sí podemos aseverar que, estéticamente, Maquiavelo diferencio la moralidad del Príncipe de la de los súbditos, ya que el objetivo máximo de sus consejos, eran adquirir o mantener los principados y conseguir la gloria, cuestión que Maquiavelo entendía que el Príncipe podía conseguir con más facilidad aplicando en sus decisiones de estado, una moralidad de corte pagano (cercana a la expresada por los moralistas clásicos), con valores como el coraje, vigor, fortaleza ante la adversidad, el logro público, el orden, la disciplina, la felicidad, la fuerza, la justicia, y por encima de todo el conocimiento y el poder necesario para asegurar la satisfacción de todo ello (virtú). No obstante, lo que realmente propugnaba Maquiavelo con sus consejos, más allá de lo estético o evidente, no era una diferenciación de la moralidad sino que el Príncipe tomara las decisiones de estado desde la ausencia de cuestiones morales, dictándose en exclusiva por la “necesidad”, al margen de la interpretación que hicieran los súbditos de la calificación moral de las citadas decisiones y generando, a la postre, una visión totalmente pragmática de la política.
Es evidente que en la actualidad no solamente tienen aplicación estos consejos, sino que los mismos han evolucionado y en estos momentos son una pieza clave en la gestión política actual, ya que no solo se aplican en sociedades con gobiernos de corte autoritario, sino que se practican de manera habitual en sociedades democráticas del primer mundo. La única diferencia entre ambas cuestiones es la manera de cómo se desarrollan, ya que si bien en estados de corte autoritario no existe ningún pudor en manifestarlo directamente (véase el ejemplo de países islámicos fundamentalistas o China, e inclusive en sociedades democráticas electorales como Rusia), en las democracias occidentales del primer mundo (Europa y Norteamérica) se hace de manera más sibilina, aplicando lo que argumentaba Maquiavelo como la “simulación” o “disimulación” que servía al Príncipe para «confundir la cabeza de los hombres con patrañas y hacer que se creyeran sus engaños». Si Maquiavelo levantara la cabeza estaría muy orgulloso de la evolución y aplicación de sus consejos.